Por un par de semanas, ese grupito de personas ocupa tu cabeza. De a ratos los pensás, de a ratos querés saber más sobre ellos, y hacés lo posible por saciar la curiosidad.
Letra por letra, absorbés y te nutrís de ellos. Te empapás con sus historias, y nunca es suficiente. Los lees todos los días, en cada viaje en colectivo, en cada rato libre, pero nunca alcanza el tiempo. Querés saber todo y a la vez no, todavía no. Confuso, still adrenalínico.

¿Y después? Me dijo alguien: nada como el vacío al terminar un libro.

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