Qué momento espantoso aquel en que ves a alguien con cara conocida y no podés, bajo ningún concepto recordar quién es. Repasás mentalmente, todos los lugares o los ámbitos dónde lo pudiste haber conocido, y vas tachando. No, no, no, ahí tampoco, y ahí menos. Buscás en ese libro mental de caras que tenés en la cabeza, para ver si asociás nombre-cara, o nombre-avatar al menos (!!). Imposible.

Después de unos minutos, te reís en voz alta. Ese pibe tan seriecito y de traje, que está teniendo una reunión de negocios en el mismo bar que elegiste para tomar café, es ese que, con unos tragos de más encima, te chamuyó el viernes a la noche.
Madrugada del viernes, hago lo que odio hacer, pedirle al taxista que pare el auto y me espere mientras compro algo que necesito de manera urgente, en este caso, un cepillo de dientes.
Imposible dormir sin cepillo de dientes cerca, sin la seguridad de que a la mañana siguiente, tendré la boca refrescada y eliminada la posibilidad del tan temido mal aliento.
Bajo entonces del taxi, en el cruce de dos avenidas de la ciudad de Buenos Aires y me dispongo a hacer otra cosa que también odio hacer, despertar al hombre farmacéutico para pedirle algo que lo hará hablar por lo bajo, lo sé, porque no se trata de un medicamento que habrá de salvarme la vida. Sólo le voy a pedir un cepillo de dientes, y el más barato que tengas, digo, mientras miro la cara del taxista odiándome por haberle hecho parar el auto.
Mientras el farmacéutico se aleja de la ventanilla y lo pierdo de vista, un hombre ebrio aparece y trata de entablecer una conversación conmigo. Insiste en que 8 por 8 es 16 y me pide que le compre una jeringa.
Cuando nacemos nos dan un guión. Piba, vos tenés que decir esto y esto, hacer tal y tal. No parece muy complicado, al menos durante los primeros años, cada niñito define su forma de ser, su manera de actuar, esas cosas. Pasan los años y seguimos en ese mismo plan: respetar lo que nos dijo aquel señor que repartía guiones. Acordate que vas a tener que ser así toda tu vida eh. Para cuando el niñito llega a la adultez, se sabe el guión de memoria, y peor: se ha transformado en una rutina. Es casi imposible que cambies este guión eh. No trates, no se puede. Como si fuera un ciclo de comportamiento, que empieza y termina, empieza y termina, empieza y termina.
La pregunta acá es si esto nos pasa a todos, y si sin darnos cuenta, somos parte de un loop infinito. A mi me parece que si.
Es ley: así como para emitir opinión sobre un disco, hay que escucharlo más de una vez, para poder empezar un libro en paz (?), hay que leer su primer capítulo dos veces.
Volvemos luego de mucho tiempo de ausencia. No nos olvidamos de este lugar, pero los cambios en nuestras vidas son constantes. Son épocas que uno tiene, ups and downs, las cosas van y vienen rapidísimo y sin curso predecible. Nosotras mismas, por momentos sabemos dónde estamos paradas y por momentos no tenemos idea. No hay moldes, no hay certezas y por sobretodo, hay responsabilidades. No querés aceptarlo, pero todo todo todo lo que pase será responsabilidad tuya. Lo que pase mañana, pasado, el mes que viene, todo depende de vos.
Y si, ssssstamosgrandes, chiquitina.
La piba llegó a la casa y se dio cuenta que no tenía corpiño. Volvió sobre sus pasos y lo encontró tirado, afuera.

Esa, esa es la definición de Trash.
Volviendo a la programación habitual, vuelvo al tema de mi post anterior: las cosas que no cambian.

Hoy pensaba en las cosas inalterables, y me sentí encerrada. La sensación de estar entre cuatro paredes sin poder salir. ¿Por qué decir no al cambio? A veces el nuevo aire es positivo. La gente teme renovar(se), pero a veces ya-no-entra-en-el-molde y estás intentando meter un cuadrado donde antes iba un triángulo.

No sirve hacer caprichito, si algo es distinto hay que ampliar el panorama y aceptarlo, o algo va a terminar mal.
Siete haikus siete


Los días pasan.
No creas que es tarde.
Sino que me fui.

Ni voy a tratar,
decirte eso que sé.
¿Escucharías?

Las gotas caen,
pasan, y atraviesan.
Hasta perderse.

La luz trae
cosas que se ven y no.
Y también sombras.

No queremos más
historias inconclusas.
No me mires más.

El vaso vacío,
El trago se terminó,
Como vos. No más.

Quedaron frases
sin decir, y besos que
no te pude dar.

Yo aprendí que en hay cosas que nunca cambian.
















Los paradores en la playa.
























La famosa dupla ojota-media.






















Las señoras haciendo castillitos de arena cual infantes.




















El peludo.







Y no, esto no es una publicidad de cerveza.

Los viajes suelen dejarme enseñanzas, nuevos conocimientos, caras nuevas, palabras a incorporar, rutas mirando por la ventana.

Además de todo eso, esta vez:

aprendí que los tampones son como tapones pero con una "m" de menstruación;
conocí terribles patologías ajenas que me hicieron sentir sana, mentalmente hablando;
descubrí una fobia a los bichos que no sabía que tenía;
nos hicimos especialistas en encontrar parecidos;
entendí que una chica sonámbula durmiendo en mi mismo cuarto del hostel, que habla dormida con los ojos abiertos, no es tan terrible;