ABRÍ la casilla de mail. Elegí cosas al azar para contarte: me cerré el dedo con la puerta de un auto y ahora lo tengo violeta; el gato está gordo; y el otro gato demasiado flaco.
Decidí hacer como si nadie existiera. Porque a la larga, podía no contarlo y no escuchar opiniones en contra de lo que estaba haciendo, ver cómo reaccionabas. Esperar.
Pero eso fue, ¿cuánto? no sé. Un par de minutos de amnesia temporal. En la que me creí esa mentirita facilitadora y amigable.
Se me pasó.
Y aprete delete.




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